La crueldad infantil
De chico, muchas veces uno hace cosas de las que actualmente se avergüenza, o peor aún: se arrepiente. Por ejemplo, por citar lo primero que me viene a la memoria, mi amigo Gustavo, la faceta cruel que yo reprimía. El era Mr. Hyde, y yo el Dr. Henry Jekyll. Yo era cómplice de todas sus fechorías, pero en casi ninguna participaba activamente. En todo caso le daba ideas, a veces era el autor intelectual de las travesuras que él hacía sin sentirse culpable, y yo disfrutaba maliciosamente, sin ensuciarme las manos. Supongo que por eso nos llevábamos tan bien. Recuerdo una tarde en el barrio, calles de tierra, zanjas con agua podrida. En ese ambiente, una vez logramos cazar una rana grande (cosa bastante dificultosa para dos chicos de seis años). Una vez pasada la alegría inicial, nos pusimos a discutir que hacer con ella. Gustavo sugirió contento -Vamos a hacerle una "autocsia"!!
-Y que es eso?? dije yo.
- Una operación. Hay que abrirla para ver de qué se murió.
- Pero está viva...
- Pero dentro de un rato va a estar muerta.
- Ok.
- Hay que conseguir un bisturí.
En fin, lo más parecido a un bisturí que conseguimos fue una gillette robada del botiquín de mi abuelo. Estaba un poco oxidada, pero serviría. La operación se realizó con la mayor de las solemnidades. Era algo científico, loco. No era joda. Examinamos cada tripa con mucho respeto, extirpamos cada órgano con cuidado, hasta que de la rana sólo quedó un cuero vacío, despojado de entrañas y de cosas feas. Era la hora de la conclusión final, y Gustavo parece que la tenía clara. Entonces sentenció:
"Creo que era una rana joven. Las tripas estaban todas en su lugar y parecía no tener enfermedades. Yo creo que la causa de su muerte fué el corte que le hicimos en la panza."