jueves, junio 28, 2007

Fiebre de sábado por la noche

Este fin de semana la pasé bomba: drogado hasta las muelas. Pero no con las drogas divertidas, sino con esas que impunemente venden en las farmacias, y tienen nombre como Novalgina, Loratadina, Pseudoefedrina, etc.
Sí, me pasé todo el finde con mucha mucha mucha fiebre. Debido a esto, y por conveniencias infraestructurales, tuve que dejar el Cubil Felino y pasar unos días en casa de Mamá y Papá Mildis. Unos días, con sus noches, y aquí hay que hacer una distinción.
De día, y mientras el mercurio sobrepasaba las treinta y nueve líneas, todo eran mimos y cuidados, de mamá, de papá, de mi chica, y hasta del perro.
Las noches fueron más complicadas. Como es habitual cuando tengo mucha fiebre, el delirio de apodera de mí, y hasta que el día no me despeja la cabeza, no tengo lugar donde escapar.
Siempre mis delirios son temáticos. Me obsesiono con algún tópico y le doy miles de vueltas, sin llegar a ningún lado. Mejor dicho, la fiebre me da vueltas a mí. No sabría cómo definir el tema que me tomó prisionero estas noches. Whatever. La sensación sí era muy clara.
Estoy a cargo de una criatura gigantesca. Una especie de Gran Pulpo con 248 tentáculos, todos ellos venenosos. Mi misión es hacer que el monstruo siga avanzando, no sé hacia adónde, no hay tiempo para preguntar. Hay que minimizar los daños, ya que es imposible evitarlos, muchos dependen de este perverso mecanismo. No sé cómo llegué aquí, pero casi todos creen que soy el indicado para este lugar. Yo no estoy tan seguro. No se puede detener, hay que actuar, y lo hago. Un poco por conocimientos, otro tanto por intuición. Son demasiadas variables como para estudiar cada una, y la inacción no es una opción: el piloto automático nunca funcionó. Supongo que algo debo estar haciendo bien, porque la bestia sigue avanzando, y los daños son mínimos. Sin embargo, los tentáculos se van multiplicando geométricamente. Tienen formas de circuitos electrónicos, de cables, de caras, de gritos, de cosas negras. No puedo permitir que todo esto se detenga y aplaste al mundo. Tiene que seguir adelante, no hay tiempo para errores, no hay tiempo para nada.
Algo así. Este fue el leiv motiv de mi delirio durante nueve o diez horas, algunas noches. Como un loop, potenciado por cuarenta grados de temperatura, recurrente hasta el hartazgo. El delirio a veces tomaba forma de pulpo, pero a veces era un gigantesco avión, a veces una distorsión disonante, o una orgía de alaridos, o una diabólica combinación de colores y agujeros negros.
Pero amanecía, y estas imágenes se hacían cada vez más difusas, al tiempo que me iba haciendo cada vez más conciente de mí.

“-Fue sólo una mala noche, es sólo fiebre”.

Las drogas empezaron a hacer efecto, o los virus se dieron por vencidos. El caso es que al cabo de algunos días (con sus noches) la temperatura comenzó a ceder. Los cuidados y mimos recibidos también iban en descenso, y en su lugar empezaban a aparecer frases como “deberías dormir más”, “ya dormiste mucho”, “tenés que comer”, “no es bueno que comas tanto”, “bla bla bla”.
Ma, Pa, los re quiero, pero ya estoy mucho mejor. Es hora de que vuelva al Cubil Felino.

2 Comments:

Blogger Muria said...

Dale, posteá algo nuevo, che!

3:43 p. m.  
Blogger Mildisculpas said...

muria: Como diría el chavo del 8: Bueno pero no te enooojes...

4:30 p. m.  

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